Acudí a verte como siempre
caminando desde tan lejos
por aquel caminito lindo
que tantos recuerdo nos dio.
Caminito de piedras enlazadas
por el tiempo y el destino,
de rosas y amapolas
de aromas y fragancias eternas
fiel compañero de mis cuitas
de amor y desconsuelo.
Llegue cerca a tu casa y vi
la luz tenue y parpadeante
de lamparita casi sin mechero.
en mi algo triste presentía.
La tarde ganaba a la noche
los truenos y relámpagos estallaban
de rabia sin cesar.
Atiné a tocar tu puerta
acercandome como acariciarla y
a través de una rendijita
abierta por el tiempo escuché
lamentos de mucho dolor.
Tu madre, la linda viejecita
de canitas ensortijadas por el tiempo
lloraba desconsolada mirando al cielo
como queriendo conversar con Dios.
Y no era para menos,
acababas de fallecer
del mal que te aquejaba
y que en cientos de veces
rogué infinitamente al redentor te curará,
pues no pensé que tan pronto
estarías al lado de él.
No atiné a decir nada, no podía ni llorar
y con palabras entrecortadas
abrazé fuertemente a tu madre
que comprendió mi dolor.
Ay corazón mio, hazte mil pedazos
mi existencia no tiene razón de ser,
solo me quedan lindos recuerdos,
ahora solo recordaré tu sonrisa angelical
y tu linda y tierna forma de amar.